Sal de la cama. Las fotos que más te gustaron, las hiciste cuando no te querías levantar.
Hay días en los que no pasa nada… pero el cuerpo pesa como si cargara con todo.
Días en los que amaneces sin ganas, sin rumbo, sin razones claras. Solo estás ahí, viendo pasar las horas, abriendo Instagram por costumbre, evadiendo.
No haces fotos. No escribes. No trabajas. No sueñas.
Y en vez de abrazarte, te juzgas.
"Debería estar haciendo algo."
"Estoy desaprovechando mi vida."
"Tengo tantas cosas por terminar y no empiezo ninguna."
Pero a veces no es flojera. A veces es el alma pidiendo tregua.
Yo he estado así últimamente. Apagado. Como si todo lo que me apasiona estuviera cubierto de una capa invisible de cansancio. No tengo respuestas. Ni inspiración. Solo este silencio interno que me obliga a parar.
Y por primera vez, en lugar de pelearme con esto, decidí escribirlo.
Porque nombrarlo también es un acto de amor.
Porque tal vez tú también estás ahí, del otro lado, sintiendo lo mismo y sin saber cómo decirlo.
No quiero disfrazar este texto de motivación.
Solo quiero dejar un rastro.
Como quien dice: "Estoy cansado, pero aquí sigo."
La vida no siempre es luminosa. A veces hay neblina.
Y en esa niebla también hay belleza, si nos permitimos verla.
Yo no sé cuándo se me van a quitar estas ganas de no hacer nada.
Pero sí sé que me he levantado antes. Que me he arrastrado fuera de la cama cuando parecía imposible.
Y que justo en esos días, donde no quería hacer nada, fue cuando hice algunas de mis fotos más honestas. Más humanas. Más mías.
Recuerdo que había estado caminando todo el día. Llevaba horas en la calle, frustrado, tratando de hacer fotos. Y nada me salía. Me sentía perdido, como si todo lo que hacía careciera de sentido.
Y sin darme cuenta, durante ese mismo día, varios algodones de azúcar se me fueron atravesando en el camino.
No los vi como señales. Ni siquiera les presté atención.
Hasta que, ya por la tarde, el sol salió entre los edificios… y vi, a lo lejos, hilos de azúcar flotando en el aire.
Fue como una pausa. Una imagen absurda y hermosa.
Vi a una mujer con sus hijos haciendo algodón de azúcar. Hice un par de fotos. Me quedé ahí un rato, observando.
Y de pronto, del lado izquierdo, vi que se acercaba otro carrito. Otro vendedor.
Sabía que ese era el momento que había estado esperando todo el día o tal vez toda mi vida.
Me anticipé. Me alineé. Y sucedió.
La vida, por unos segundos, se acomodó frente a mi cámara.
Así que si estás ahí, inmóvil, con la cámara en el cajón y la mirada baja, recuerda esto:
Sal de la cama. Las fotos que más te gustaron, las hiciste cuando no te querías levantar.
Porque a veces eso es todo lo que se necesita:
No un plan, no una gran idea, no un propósito claro.
Solo levantarte. Salir. Estar.
Con la duda a cuestas, con el corazón arrugado, con la cámara sin ganas.
Porque no siempre vamos a estar inspirados. Pero sí podemos estar disponibles.
Y cuando estás ahí, cuando aguantas unos minutos más, algo puede suceder.
Una luz. Una mirada. Un giro inesperado.
Una ráfaga de algodón de azúcar en el aire.
No sé qué sigue. No tengo respuestas.
Solo sé que mientras escribo esto, algo se siente un poco más liviano.
Y tal vez mañana, o pasado, vuelva a salir sin ganas.
Y tal vez, con suerte, vuelva a encontrar algo que me recuerde por qué empecé.
🪶 Gracias por leer. Este espacio no busca respuestas, solo compañía. Aquí seguimos. Aunque sea con duda.
Sigamos caminando juntos, sin prisa. Cuadro por cuadro.